El sociólogo y crítico Marshall Berman en su imprescindible estudio sobre el urbanismo y la cultura del siglo XX, Todo lo sólido se desvanece en el aire, se refiere a la instauración de la modernidad, o mejor dicho, de la modernización en una relación dialéctica -alianza y contraposición- "con el desarrollo del arte y el pensamiento modernistas" y en perjuicio de la propia modernidad. Dicha relación es obvia a lo largo del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX y descollan en este escenario los nombres de los autores, artistas y filósofos más influyentes de la época, tales como Stendhal, Marx, Kierkegaard, Baudelaire, Dostoievski, Nietzsche; Joyce, Eliot, Döblin, Mandelstam, Fittzgerald, Mondrian, Léger, Hopper, Eisenstein, quienes reflexionaron, escribieron, compusieron, pintaron, cantaron y filmaron en sus creaciones las pesadillas y paraísos urbanos de su tiempo, constituyendo el espacio citadino "la imagen de la ruina y la devastación modernas".
Y el cambio fue radical: se transformaron o eliminaron las viejas calles en favor de la construcción de bulevares, avenidas y autopistas como una forma de reinventar la ciudad creando "un sistema en movimiento perpetuo" y en perjuicio del antiguo orden urbano. San Petersburgo, Berlín, París, Moscú, Barcelona o Nueva York, en diferentes épocas, son ejemplos de este cambio.
Aquí comienza la relación amor-odio entre la vieja ciudad y el nuevo orden urbano que llevaron a cabo o protagonizaron un grupo de figuras que Berman llama "constructores y destructores titánicos en la historia y la mitología cultural", y en el que aparecen Luis XIV, Pedro el Grande, el ingeniero Haussmann, Stalin, Hildefonso Cerdà y Robert Moses como principales protagonistas. La idea era, pues, acabar con la calle convencional y tradicional como eje y estructura primordial de la ciudad y dar paso "al espíritu en movimiento de la modernidad" cuyos nuevos espacios eran el bulevar, la avenida y la autopista y donde imperan el ruido y el movimiento anárquicos y que llevarían a lo que el arquitecto Rem Koolhass denomina "la cultura de la congestión".
Señala Berman que andando el tiempo, "La escisión entre el espíritu moderno y el entorno modernizado fue una fuente primaria de angustia y reflexión a finales de la década de 1950", cuando formularon sus pensamientos e ideas Allen Ginsberg, Norman Brown, Paul Goodman y Hannah Arendt, entre otros. "En este nuevo modernismo, los motores y sistemas gigantescos de la construcción de la posguerra desempeñaron un papel simbólico central.(...) Por lo tanto, sólo cuando los modernistas comenzaron a enfrentarse a las formas y sombras del mundo de la autopista fue posible ver ese mundo tal como era". Sin embargo, la literatura escoge la calle como protagonista de la vida cotidiana y espacio de la revelación de la ciudad tal como lo presenta el Ulises de Joyce. "Desde la época de Dickens, Gogol y Dostoievski hasta la nuestra, en eso ha consistido el humanismo modernista", apunta Berman. En el bulevar de Baudelaire, el flâneur experimenta la "comunión universal" y puede ir a tomar "un baño de multitud", multitud que el poeta retrata con perversa ironía, satiriza o ve con ojo crítico. Lo que Baudelaire señala, acota Berman, "es que la vida moderna tiene una belleza auténtica y distintiva, inseparable, no obstante, de su inherente miseria y ansiedad, de las facturas que tiene que pagar el hombre moderno".
Estas reflexiones de Berman ponen de relieve como muchos escritores y artistas fijaron su mirada y su experiencia en resaltar la cotidiana importancia de la calle común, que luego sería convertida en "un espacio yermo de ruinas y cenizas". Los modernistas pusieron en evidencia que "los viejos lugares oscuros y decadentes podrían ser notables espacios públicos", acota Berman. Y también refiere: "los artistas modernos nos habían mostrado cómo recrear el diálogo público que, desde Atenas y Jerusalén en la antigüedad, ha sido la más auténtica razón de ser de la ciudad".
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(Las fotografías urbanas o de ciudades que aparecen editadas en esta sección del blog sobre viajes, paseos, nomadismo, flâneur, corresponden a Ennio Jiménez Emán, derechos reservados).
martes, 14 de septiembre de 2010
domingo, 12 de septiembre de 2010
Paerticipación de e. j. emán en el 1er Festival Internacional del Fuego, San Felipe, Yaracuy, 2007.
Participación de e.j. emán en el espectáculo multimedia "Fuegos de palabras", realizado en el Parque San Felipe El Fuerte de esta ciudad, y en el que también participaron artistas plásticos, poetas y músicos como Ricardo Domínguez, Gabriel Jiménez Emán, Juancho Ospino y Harry Ramos.
En este espectáculo igualmente se presentó el performence "Flamante llama", a cargo
del grupo teatral "Fase lunar", que dirige América Ramírez.
En este espectáculo igualmente se presentó el performence "Flamante llama", a cargo
del grupo teatral "Fase lunar", que dirige América Ramírez.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Paseos, callejeos.
Los paseos y callejeos de Charles Baudelaire (1821-1867) por el París decimonónico verifican y ratifican los descubrimientos y revelaciones de un paseante culto por la urbe moderna, y a la vez llevan implícita la paradoja del hombre sensible y creativo tratando de adherirse a la masa y a la vez presa del desencanto, la melancolía y la soledad ante la trivialización del mundo moderno; esta última a su vez conlleva la modernización, que en el futuro desembocaría en la globalizante y alienante sociedad de masas del siglo XX, proyectada hacia el XXI. El paseo nuestro por las urbes actuales, como herederos de Baudelaire y tantos otros flanêurs literarios modernos se encuentra moldeado en parte por los mass media, que convirtieron la vivencia de lo urbano en imagen manipulada, virtual, trastocada en ficción, alejada de la contemplación real, conduciéndonos a lo que algunos teóricos llaman "el ensimismamiento de la vida moderna".
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jueves, 3 de junio de 2010
Exposición "Imágenes Quebradas", de Ennio Jiménez Emán en el Museo "Carmelo Fernández", San Felipe, Yaracuy, Venezuela, noviembre 2008-enero 2009.
miércoles, 19 de mayo de 2010
Un razgo del "flâneur".
El imaginativo paseante que callejea disfruta al máximo sus incursiones en la ciudad. "El observador es un príncipe que disfruta por doquier de su incógnito", afirmó Baudelaire, que fue "flâneur" y "voyeur" al mismo tiempo, y que estudia Walter Benjamin en sus Iluminaciones. El escritor aguzaba su ojo, su oido y su sensiblidad cuando deambulaba por los bulevares, los pasajes o las callejuelas de París bajo la luz de las farolas de gas o en pleno día en busca de un detalle, de una estampa o de un motivo revelador.
Además de Baudelaire, Benjamin estudia los razgos de "flâneur" en escritores como Hoffmann, Dickens, Balzac, Poe o Stevenson, quienes ubicaron muchos de sus personajes en ciudades que se alumbraban con titilantes luces de gas o divagaban por callejuelas y pasajes penumbrosos y que después ven decaer ese ámbito por la invasión furiosa de las multitudes. La sensibilidad es el arma del "flâneur". Existe una relación ambivalente entre el paseante sensible y las multitudes, que por igual le atraen y repudia, y esto vale también para el paseante moderno posterior a Baudelaire. "La sensiblidad es la naturaleza de la ebriedad a la que el flâneur se entrega en la multitud", afirma Benjamin. También escribe: "La multitud no es sólo el asilo más reciente para el desterrado; además es el narcótico más reciente para el abandonado. El flâneur es un abandonado en la multitud". Ese destierro lo sobrelleva la naturaleza del "flâneur" moderno, que descubre y disfruta los paisajes metropolitanos de nuestro tiempo, al margen y a pesar de las multitudes y a la vez movido por ellas. Como escribió Baudelaire. "El placer de estar en las multitudes es una expresión misteriosa del goce por la multiplicación del número".
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Además de Baudelaire, Benjamin estudia los razgos de "flâneur" en escritores como Hoffmann, Dickens, Balzac, Poe o Stevenson, quienes ubicaron muchos de sus personajes en ciudades que se alumbraban con titilantes luces de gas o divagaban por callejuelas y pasajes penumbrosos y que después ven decaer ese ámbito por la invasión furiosa de las multitudes. La sensibilidad es el arma del "flâneur". Existe una relación ambivalente entre el paseante sensible y las multitudes, que por igual le atraen y repudia, y esto vale también para el paseante moderno posterior a Baudelaire. "La sensiblidad es la naturaleza de la ebriedad a la que el flâneur
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martes, 18 de mayo de 2010
Los viajes de un "flâneur".
Estas son unas fotografías tomadas por mí y entresacadas de mis álbumes, hechas en vagabundeos nómadas por algunas ciudades, siempre como paseante creativo que busca encontrar por azar ciertas claves en los detalles urbanos, en la minucia cotidiana de las calles, en los muros, en las edificaciones, en el entramado arquitectónico, un poco como el "flâneur" de Walter Benjamin, un paseante que callejea a su capricho guiado por el pulso del arte, esperando el asalto de pequeñas revelaciones, o "iluminaciones", como las llama Benjamin. El "flâneur" es un paseante "que va a hacer botánica al asfalto". Cito a Benjamin: "Las placas deslumbrantes y esmaltadas de los comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués una pintura al óleo en el salón. Los muros son el pupitre en el que apoya su cuadernillo de notas. Su biblioteca son los kioscos de periódicos, y las terrazas de los cafés balcones desde los que, hecho su trabajo, contempla su negocio. Que la vida sólo medra en toda su multiplicidad, en la riqueza inagotable de sus variaciones, entre los adoquines grises y ante el trasfondo gris..." ( Iluminaciones ).
(Final)
(Final)
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Walter Benjamin
sábado, 15 de mayo de 2010
Israel Jiménez Emán escribió sobre la exposición pictórica "Imágenes Quebradas" de e.j.emán en el Museo "Carmelo Fernández" de Yaracuy (Dic. 2008).
"La plástica es un gran gesto que fluye obsesivo hacia el eterno drama del vacío. Pero primero hay que visitar la nostalgia que hay en una hoja de olivo, pisar de verdad en la mugre de las aceras, para poder sentir que el miedo se desplaza imperceptible hacia el dolor o el éxtasis, desde el íntimo color que cada ojo ve, que cada objeto causa en cada ojo(...).
Una obra plástica que no invite a callar es cualquier otra cosa. Este trabajo de Ennio convoca un silencio que provoca a los gritos interiores más profundos. Desde un homenaje a Tápies, Ennio pinta desde sí, desde el desparpajo y la falsa pose de la figura y el dogma, desde el escandaloso o brillante silencio de las agitadas o lúgubres ciudades y pueblos con los que cada quien carga. ¿Acaso dudamos que hay música en lo insignificante? En una brocha amarilla se despierta el recuerdo más azul y más profundo de una serenata que anuncia el sol en un pedazo de ventana que luego de estar casi un siglo esperándola en una bocacalle, fue removida y lanzada a ese particular olvido que las casas viejas suelen mostrar. Un trozo de ventana olvidada pasa a ser un escudo que representa una fuerza a través de un objeto y dos colores que persiguen la emoción de un acorde al amanecer.
Ennio ha visto desmaquillada a la plástica toda su vida porque vive con ella. No permite que cualquiera venga a manoseársela desde la comodidad de la crítica intelectual con sombra de eunuco, esos de segunda mano a los que no perdona Steiner. Superadas las trampas de las vanguardias y todas esas modas y tendencias de las que vive el poder, Ennio se ve en la necesidad de entregar al ojo del ciudadano común que disfrute del silencio".
Una obra plástica que no invite a callar es cualquier otra cosa. Este trabajo de Ennio convoca un silencio que provoca a los gritos interiores más profundos. Desde un homenaje a Tápies, Ennio pinta desde sí, desde el desparpajo y la falsa pose de la figura y el dogma, desde el escandaloso o brillante silencio de las agitadas o lúgubres ciudades y pueblos con los que cada quien carga. ¿Acaso dudamos que hay música en lo insignificante? En una brocha amarilla se despierta el recuerdo más azul y más profundo de una serenata que anuncia el sol en un pedazo de ventana que luego de estar casi un siglo esperándola en una bocacalle, fue removida y lanzada a ese particular olvido que las casas viejas suelen mostrar. Un trozo de ventana olvidada pasa a ser un escudo que representa una fuerza a través de un objeto y dos colores que persiguen la emoción de un acorde al amanecer.
Ennio ha visto desmaquillada a la plástica toda su vida porque vive con ella. No permite que cualquiera venga a manoseársela desde la comodidad de la crítica intelectual con sombra de eunuco, esos de segunda mano a los que no perdona Steiner. Superadas las trampas de las vanguardias y todas esas modas y tendencias de las que vive el poder, Ennio se ve en la necesidad de entregar al ojo del ciudadano común que disfrute del silencio".
sábado, 17 de abril de 2010
Serie "Metamorfosis Jónica"
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jónico,
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