Por: Ennio Jiménez Emán
Hacemos referencia aquí a la actividad plástica de Cirilo Mendoza. Es bastante conocida su trayectoria como pintor popular autodidacta que legó una obra que ya está valorada como una de las más relevantes de la pintura venezolana en la segunda mitad del siglo XX. Nuestro pintor, nacido en el pueblo de Marín, estado Yaracuy, Venezuela, el 9 de febrero de 1920 y fallecido en San Felipe en septiembre del año 2004, sintió vocación por el dibujo y la pintura desde niño (e igualmente por la escritura poética), y fue desarrollando gradualmente su arte, pasando del primero a la segunda cuando el tiempo y los recursos económicos se lo permitían, ya que tuvo que laborar frecuentemente como agricultor y trabajador informal para poder obtener los recursos y comprar los materiales para pintar.
Cirilo expuso sus obras en muestras individuales y colectivas de las más diversas e importantes galerías de arte popular en Caracas y en el interior de nuestro país, obteniendo varios premios, menciones y condecoraciones hasta ser galardonado finalmente con el Premio Nacional de Cultura Popular otorgado anualmente, a la sazón, por Consejo Nacional de la Cultura en el año 2001. A pesar de haber expuesto mucho, Cirilo vendió pocos cuadros, con cuyo dinero volvía a comprar materiales para continuar pintando, ya que según muchas veces lo declaró, no estaba interesado en vender su obra para enriquecerse o hacerse famoso. Pintaba por la necesidad interior y el placer de hacerlo.
Sus primeras obras las expuso en Marín en 1968 con motivo de un reencuentro de personas nacidas en el pueblo. Allí expuso 70 cuadros de mediano formato que tituló "Paisajes de mi pueblo", una colección de paisajes inspirados en el poblado yaracuyano y su gente ejerciendo oficios, diversiones, actividades cotidianas, vida nocturna. Abordó temas costumbristas, religiosos y patrióticos. Su pintura podríamos catalogarla de realista, pero no realista a secas, sino realista con tintes expresionistas donde se percibe un acertado tratamiento de la luz y del color. Al crítico Mariano Díaz le había confesado. "Yo diría que pinto por recuerdo y por poesía." Cirilo pintaba por poesía e igualmente vivía, existía por poesía (muchos cuadros suyos ilustran sus poemas y viceversa). Igualmente fue un poeta que vivía en la música (tocaba el bandolín y componía canciones de manera espontánea). Y nos legó un arte de soledad y de comunión (de satisfacción de necesidades íntimas del creador abiertas al regocijo comunal o colectivo) y una existencia plena de transfiguración y trascendencia. Su vida, su pintura y su poesía dan fe de ello. (Fragmento del texto del mismo nombre, que escribí como prólogo al libro de poemas -aún inéditos- de Cirilo Mendoza).
Exposición "Cirilo Mendoza. Autorretratos". Museo Carmelo Fernández. San Felipe, Yaracuy, 2009
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