La fotografía y Susan Sontag
Por: Ennio Jiménez Emán
Susan Sontag
Para la ensayista y novelista estadounidense Susan Sontag, las fotografías son el más misterioso de todos los objetos culturales que constituyen y densifican (concentran y ahondan) el espacio, el escenario donde se mueve el hombre. Las fotos expresan un rastro fantasmal: presentan una huella espectral de quien es retratado o de lo que retratan. Constituyen también un objeto a la vez material e inmaterial, una pseudopresencia y un signo de ausencia que incita a una suerte de ensoñación.Son incluso,de hecho,un inventario de la mortalidad. La fascinaciön y el terror que exhiben son un recordatorio de la muerte (una excursión poética a la muerte). Suscitan un aire de melancolía al vernos envejecer a través de ellas: "Ahora basta oprimir un botón para investir un momento de ironía póstuma", escribe Sontag. Así, las fotos y los retratos expresan y ostentan la vulnerabilidad e inocencia de la vida en camino hacia su destrucción: "este vínculo entre la fotografía y la muerte lastra todas las fotografías de personas", anota. La fotografía despierta el sentimentalismo cuando observamos imágenes de viejos antepasados, instantáneas ingenuas o convencionales, retratos de estudio: "semejantes imágenes parecen aún más extrañas, conmovedoras, perentorias", precisa la ensayista. Por eso para Sontag la fotografía es un arte nostálgico, alegórico, crepuscular.
De otro lado, exponen también una gramática y una ética de la visión al establecer una relación más precisa con la realidad visible que otros objetos miméticos; procuran en el espectador una participación instantánea, una sociología y una historia instantáneas, por así decirlo. La fotografía ha implantado en la relación con la realidad un voyeurismo crónico que uniforma los significados y la significación de todos los acontecimientos. Por tanto, todo fotógrafo es un voyeur que invita al espectador también a serlo. Igualmente, la fotografía ha introducido en el mundo una noción de observar a éste como un conjunto de fotografías potenciales. Las fotos son experiencia capturada, filtran el mundo y lo convierten en objeto mental. Son también fragmentos de nuestro mundo, miniaturas que envejecen atacadas por enfermedades (hongos, picadas de herrumbre).
La fotografía es un rito de la vida en familia que da continuidad a esa vida (dejando huellas de una experiencia doméstica claustrofóbica), pero que a la vez se abre hacia nexos más amplios. Igualmente es un rito social, una defensa contra la ansiedad y un instrumento de poder. En las fotos de viaje de turistas, el texto o hecho fotográfico certifica la experiencia y a la vez es un modo de rechazarla. Por otra parte, ordenar fotografías es importante porque se busca imponer el orden y el tiempo exactos de la contemplación y la mirada y se gana en legibilidad visual e impacto emocional. "Las fotografías pueden ser más memorables que las imágenes móviles, pues son fracciones de tiempo nítidas, que no fluyen. La televisión es un caudal de imágenes indiscriminadas, y cada cual anula a la precedente", escribe Sontag. Tomar fotografías, pues, es ir al encuentro de un acontecimiento único y a la vez es un acontecimiento único en un tiempo y lugar precisos, donde el fotógrafo y el acontecimiento se arrogan derechos para invadir, interferir o ignorar lo que está sucediendo. El fotógrafo y el acontecimiento son únicos: "La omnipresencia de las cámaras insinúa de modo persuasivo que el tiempo consiste en acontecimientos interesantes dignos de fotografiarse.", apunta Sontag. Expone la ensayista que igualmente existe un elemento surrealista en la fotografía: lo que vuelve surreal una fotografía es su irrefutable patetismo como un mensaje de un tiempo ido, y de la concreción de sus insinuaciones sobre los problemas de clase.
La pasión del coleccionista y del fotógrafo están animadas por el pasado más que por el presente. El fotógrafo se guía frecuentemente por la pertinencia del tema, el encuadre, la presencia de los elementos de su alrededor que por los valores o contenidos. Al igual que el coleccionista, escribe Sontag, "La mirada sobre todo ávida y tenaz del fotógrafo no sólo se resiste a la clasificación y evaluación tradicionales de los temas, sino que procura conscientemente desafiarlas o subvertirlas." Sontag cita una reflexión de Berenice Abbot para ilustrar lo anteriormente dicho: "El fotógrafo es el ser contemporáneo por excelencia; a través de su mirada el ahora se transforma en pasado." La ensayista arguye que la fotografía guarda analogía con la arquitectura ya que ambas están sometidas al inexorable paso del tiempo. Las fotos se manchan, se ajan, se desconchan, se cuartean al igual que las edificaciones; incluso, andando el tiempo palidecen y guardan mejor aspecto, luciendo a veces mejor como ruinas. En la actualidad, creyéndose un gran fotógrafo, cualquier aficionado o amateur sin la más mínima pericia, entrenamiento visual o sensibilidad toma fotos a diestra y siniestra usando un simple celular o un teléfono inteligente, sin discriminar la situación, el motivo o el personaje retratados (se trata de retratar por retratar), convirtiéndose esta democrática forma artística en un verdadero atentando contra la privacidad individual, derivando así el oficio fotográfico en una práctica brutal, agresiva y anodina. Ya había alertado Sontag sobre este hecho al afirmar que la cámara es "un arma sublimada", en el sentido de que invade y agrede la individualidad de otras personas. Estima que "Aunque es una forma de arte masivo no es practicada como arte por una mayoría." A la hora de pensar o de asumir la fotografía, es bueno tener en mente esta premisa bastante realista y desmitificadora de Sontag: "La fotografía es una manera de mirar, no la mirada misma."
A partir del año 1840 del siglo XIX, la influencia de la fotografía en la pintura moderna, y de ésta en aquélla es obvia. Ambas se nutren e identifican posteriormente durante el siglo XX: impresionismo, cubismo, abstracción alternan con infinitas imágenes fotográficas, pero para ambos creadores (pintor y fotógrafo) el procedimiento creativo es, en esencia, opuesto. "El pintor construye, el fotógrafo revela", anota Sontag. Es decir: "ante una fotografía la identificación del tema siempre prevalece en la percepción, cosa que no ocurre necesariamente con una pintura." La venganza de la vanguardia artística consiste en que rechazó lo mimético al estilo fotográfico "como mera representación", trascendiendo el tema y lo puramente visual. Para Sontag la actitud moderna ante la fotografía se acerca más a la poesía que a la pintura: salvo en tendencias marginales como el hiperrealismo, el cual es una vivificación del fotorrealismo que busca en la propia pintura una noción de "verosimilitud", este último arte sigue limitado por lo "retiniano", como lo planteó Marcel Duchamp. Por el contrario, el ethos fotográfico implica "educarnos en visión intensiva". Así, la pintura se volvió más conceptual y por otro lado la poesía ha optado por su interés en lo visual. En la poesía y la fotografía existe la discontinuidad y se valen de formas desarticuladas para darles unidad, esto es: "arrancar las cosas del contexto (para verlas de una manera nueva), enlazar las cosas elípticamente de acuerdo con las imperiosas aunque a menudo arbitrarias exigencias de la subjetividad". En cuanto a la fotografía y la pintura: "El compromiso de la pintura con la concreción y la autonomía del lenguaje es paralelo al compromiso de la fotografía con la visión pura."