miércoles, 19 de mayo de 2010

Barcelona, 2000

Un razgo del "flâneur".

El imaginativo paseante que callejea disfruta al máximo sus incursiones en la ciudad. "El observador es un príncipe que disfruta por doquier de su incógnito", afirmó Baudelaire, que fue "flâneur" y "voyeur" al mismo tiempo, y que estudia Walter Benjamin en sus Iluminaciones. El escritor aguzaba su ojo, su oido y su sensiblidad cuando deambulaba por los bulevares, los pasajes o las callejuelas de París bajo la luz de las farolas de gas o en pleno día en busca de un detalle, de una estampa o de un motivo revelador.

Además de Baudelaire, Benjamin estudia los razgos de "flâneur" en escritores como Hoffmann, Dickens, Balzac, Poe o Stevenson, quienes ubicaron muchos de sus personajes en ciudades que se alumbraban con titilantes luces de gas o divagaban por callejuelas y pasajes penumbrosos y que después ven decaer ese ámbito por la invasión furiosa de las multitudes. La sensibilidad es el arma del "flâneur". Existe una relación ambivalente entre el paseante sensible y las multitudes, que por igual le atraen y repudia, y esto vale también para el paseante moderno posterior a Baudelaire. "La sensiblidad es la naturaleza de la ebriedad a la que el flâneur se entrega en la multitud", afirma Benjamin. También escribe: "La multitud no es sólo el asilo más reciente para el desterrado; además es el narcótico más reciente para el abandonado. El flâneur es un abandonado en la multitud". Ese destierro lo sobrelleva la naturaleza del "flâneur" moderno, que descubre y disfruta los paisajes metropolitanos de nuestro tiempo, al margen y a pesar de las multitudes y a la vez movido por ellas. Como escribió Baudelaire. "El placer de estar en las multitudes es una expresión misteriosa del goce por la multiplicación del número".
(Sigue en entradas anteriores...)

martes, 18 de mayo de 2010

Los viajes de un "flâneur".

Estas son unas fotografías tomadas por mí y entresacadas de mis álbumes, hechas en vagabundeos nómadas por algunas ciudades, siempre como paseante creativo que busca encontrar por azar ciertas claves en los detalles urbanos, en la minucia cotidiana de las calles, en los muros, en las edificaciones, en el entramado arquitectónico, un poco como el "flâneur" de Walter Benjamin, un paseante que callejea a su capricho guiado por el pulso del arte, esperando el asalto de pequeñas revelaciones, o "iluminaciones", como las llama Benjamin. El "flâneur" es un paseante "que va a hacer botánica al asfalto". Cito a Benjamin: "Las placas deslumbrantes y esmaltadas de los comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués una pintura al óleo en el salón. Los muros son el pupitre en el que apoya su cuadernillo de notas. Su biblioteca son los kioscos de periódicos, y las terrazas de los cafés balcones desde los que, hecho su trabajo, contempla su negocio. Que la vida sólo medra en toda su multiplicidad, en la riqueza inagotable de sus variaciones, entre los adoquines grises y ante el trasfondo gris..." ( Iluminaciones ).
(Final)

Nueva York, 1998

París, 2000

Barcelona, 2001

sábado, 15 de mayo de 2010

Israel Jiménez Emán escribió sobre la exposición pictórica "Imágenes Quebradas" de e.j.emán en el Museo "Carmelo Fernández" de Yaracuy (Dic. 2008).

"La plástica es un gran gesto que fluye obsesivo hacia el eterno drama del vacío. Pero primero hay que visitar la nostalgia que hay en una hoja de olivo, pisar de verdad en la mugre de las aceras, para poder sentir que el miedo se desplaza imperceptible hacia el dolor o el éxtasis, desde el íntimo color que cada ojo ve, que cada objeto causa en cada ojo(...).

Una obra plástica que no invite a callar es cualquier otra cosa. Este trabajo de Ennio convoca un silencio que provoca a los gritos interiores más profundos. Desde un homenaje a Tápies, Ennio pinta desde sí, desde el desparpajo y la falsa pose de la figura y el dogma, desde el escandaloso o brillante silencio de las agitadas o lúgubres ciudades y pueblos con los que cada quien carga. ¿Acaso dudamos que hay música en lo insignificante? En una brocha amarilla se despierta el recuerdo más azul y más profundo de una serenata que anuncia el sol en un pedazo de ventana que luego de estar casi un siglo esperándola en una bocacalle, fue removida y lanzada a ese particular olvido que las casas viejas suelen mostrar. Un trozo de ventana olvidada pasa a ser un escudo que representa una fuerza a través de un objeto y dos colores que persiguen la emoción de un acorde al amanecer.

Ennio ha visto desmaquillada a la plástica toda su vida porque vive con ella. No permite que cualquiera venga a manoseársela desde la comodidad de la crítica intelectual con sombra de eunuco, esos de segunda mano a los que no perdona Steiner. Superadas las trampas de las vanguardias y todas esas modas y tendencias de las que vive el poder, Ennio se ve en la necesidad de entregar al ojo del ciudadano común que disfrute del silencio".