lunes, 21 de enero de 2019


Lecturas de Robert Musil

 Por: Ennio Jiménez Emán



                                                           Robert Musil
 
    Desde hace algún tiempo he venido leyendo de manera fragmentaria e intermitente El hombre sin atributos de Robert Musil (del cual tengo la edición en español publicada en dos volúmenes por la editorial Seix Barral en 2010) sin poder hallar el tiempo y el espacio propicios para leerlo de principio a fin, momento que espero encontrar pronto para abordar ese portento literario que es dicho libro. Ya había leído, con mucho gozo, en mi juventud, Las tribulaciones del estudiante Torless. Compré posteriormente sus Diarios, que he leído como un elemento colateral para inquirir más hondamente en su vida y obra. En estos días he merodeado en sus Diarios y he continuado con mi lectura a saltos, de los 123 capítulos del Volumen I, de El hombre sin atributos, espigando aquí y allá diálogos, situaciones, descripciones, conceptos, teoría narrativa, bocetos de personajes. Voy siguiendo, pues, la pista del sarcástico Ulrich y sus allegados, entre otros: Agathe, Diotima, Clarisse, Gerda, Walter, Leona, Bonadea, Lindner; el general Stumm, el conde Leinsdorf, el criminal Moosbrugger, el pintor Van Helmund, el esclavo negro Solimán, el millonario Arnheim, quien es el hombre con atributos.
     Del Volumen I de la novela, salto al Volumen II y finalmente, en el mismo volumen, paso después de cierto tiempo a los "Capítulos póstumos", o también llamados "Capítulos de galeradas", los cuales quedaron inconclusos temporalmente (que fueron dados por su autor a la imprenta entre los años 1937-1938), cuya inminente publicación fue prohibida en Austria 1938 por las autoridades del III Reich. Posteriormente Musil retoma la escritura de su novela, culminando la misma en el capítulo 63 del Volumen II, cuando le sorprende la muerte en Ginebra en 1942, quedando sin embargo otros nuevos capítulos esbozados (con estudios y anotaciones), que también recoge este segundo volumen, y que aparentemente deslizan de forma velada un posible "final" de la obra.
     Si el tema del Volumen I parece ser, entre otras situaciones y argumentos, la organización de un megaproyecto inacabable llevado a cabo para realizar la no menos alocada Acción Paralela, un organismo nacional burocrático y absurdo en miras a exaltar al emperador Francisco José I, en contraposición con la monarquía anterior de Guillermo II (actividad en donde orbitan las amantes de Ulrich y la mayoría de los personajes), el Volumen II narra ya en el primer capítulo, el encuentro (o reencuentro) entre Ulrich y su hermana Agathe, a quien tenía años sin ver, a pesar de haber sido criados juntos en la primera niñez, y separados luego por razones circunstanciales a una edad muy temprana. Incluso habían estudiado en institutos diferentes y cuando se encuentra con Ulrich durante el funeral de su padre, al inicio del primer capítulo, ya llevaba dos matrimonios consigo, tras haber perdido a su primer joven esposo, y ahora a punto de separarse del segundo. La pareja de hermanos mantiene una intermitente y paradójica relación de atracciones y rechazos sentimentales, temperamentales, emocionales, de ánimos encontrados (aunque también son espíritus muy afines y con una sensibilidad similar, compartiendo igualmente gustos parecidos en ciertas cosas y muchos puntos de vista en común), cuyas sugerencias veladas van delineando entre los dos, por parte del narrador, un (im)posible tratado de amor resultante de una suerte de amor platónico. Al leer los Diarios paralelamente, se abre la posibilidad, incluso, de disponer de una lectura discontinua, saltando capítulos, por cada lector (por lo menos para mí), tal es la cantidad de sugerencias, ideas por desarrollar, paradojas, contradicciones, notas sueltas, bocetos de situaciones que encierra El hombre sin atributos al leerla en concordancia con los Diarios.


                                         El hombre sin atributos

     Un dato curioso, me entero leyendo una crónica de Elías Canetti (que conoció muy de cerca a Musil) sobre sobre el escritor austríaco contenida en su libro El juego de ojos (Obra Completa, V), que durante el primer período, en los prolegómenos de la segunda guerra, existía en Viena una llamada "Sociedad Musil", mientras estuvo viviendo en Austria y escribiendo en dicha ciudad El hombre sin atributos. Había quedado sin dinero para subsistir con su esposa y se encontraba en una situación difícil, ya que la inflación desmesurada le había hecho perder lo que poseía (algunos bienes). Depositaban fielmente sus miembros (la mayoría de los cuales eran judíos), a fin de mes, una cuota de dinero para que pudiera continuar escribiendo el libro holgadamente, liberado de apremios económicos. Entre los contribuyentes también estuvo Hermann Broch, autor de la esencial novela La muerte de Virgilio, quien por cierto no se llevaba muy bien con Musil. Cuenta Canetti que Musil despreciaba el dinero y nunca lo llevaba con él (no por ascetismo, sino por aversión al mismo), demostrando igualmente "su carencia de todo talento para ganar dinero", siendo su esposa la encargada de administrar las finanzas y disponer cotidianamente del mismo. Cuando Hitler tomó Viena, por supuesto, la "Sociedad Musil" se disolvió y el escritor partió rumbo a Suiza. Musil no murió en la miseria, pero subsistió hasta el final con muy modestos recursos económicos.
    Refiere también Canetti en su crónica que por esos días, pues, ya andaba Musil "plenamente entregado a su gran empresa, que deseaba terminar. No podía barruntar que esa empresa estaba destinada a una doble infinitud, que estaba destinada no sólo a la inmortalidad, sino también a la inacababilidad." Como es sabido, desde comienzos del siglo XX las contradicciones políticas, sociales y económicas del imperio austro-húngaro y las disputas y pugnacidades internas entre los diversos grupos sociales y actores, y los diferentes nacionalismos encontrados de este estado multiétnico, fomentaron con el tiempo, entre otras cosas (sobre todo entre húngaros y eslavos), la xenofobia y el antisemitismo austríaco. Sobre este polvorín, por la disputa imperialista de los estados europeos y por las alianzas resultantes entre ellos, se obtuvo como consecuencia en el año 1914, el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono (sobrino del entonces emperador Francisco José I), y su esposa por un nacionalista serbio. Su represalia por parte del imperio austro-húngaro y en virtud de las alianzas de potencias como Rusia (que apoyaba a Serbia) y el Reich alemán (que apoyaba a Austria), trajo como desarrollo inmediato el inicio de la Primera Guerra Mundial.
     Voy, pues, tras la pista de Ulrich, alter ego de Musil (que en sus Diarios es mencionado como "Anders"), el hombre sin atributos. Variados esbozos de su cohorte de personajes están delineados en dichos Diarios, apuntando sus perfiles psicológicos, gustos, pasiones, preferencias literarias, formas de pensar, manías, reflexiones, filosofía de vida; posibles desarrollos de diálogos, situaciones muchas veces contradictorias entre los mismos; por supuesto que todo esto enmarcado en el contexto social, político y económico de su época y manejando tópicos, ideas y temas de la psiquiatría, psicología, filosofía, mitología, astrología, religión, magia, ocultismo, teología, antropología; expresionismo, vanguardismo, espiritualismo, misticismo, estética, teoría literaria, teoría del sueño, teoría de la historia, farmacología, economía política, teoría de la cultura, cine, teatro, música...Tanto en la novela como en sus Diarios, este universo literario se presenta un tanto caótico, igual que la sociedad que retrata y parece carecer de centro (aunque apunte hacia él en miras de organizar dicho caos), a la par que la escritura y la vida. Así, en medio de ese caos sin aparente centro, aparece el arte como un camino liberador hacia el orden y la belleza. Alguien escribió que El hombre sin atributos es "una obra abierta que deja en suspenso el género de la misma novela."
     Veamos algunos trazos de estos personajes en los Diarios. Por ejemplo, Agathe: "Amor y sensualidad -hacia la misma persona, pero no por separado. (...)Ella no quiere nunca. Pero siempre vuelve a él." Agathe: Lo mismo ocurre a Agathe. Ternura insaciable hacia su hermano sin concreción sexual." Anders: "Una de las personas corrompidas por el intelectualismo de las ciencias, incapaces ya de acercarse a esta cultura." Anders: "Que quiere convertirse en un gran hombre, y que posee también las condiciones necesarias. Primeras tentativas: militar, ingeniero(...) Al mismo tiempo, un fuerte componente autista(...) Convertirse en un gran hombre: ¿cómo se hace eso? En ello reside el lado satírico(...) Diotima, Gerda, Bonadea constituyen ideas diferentes de grandeza." Anders: "El encuentro con su hermana es el primer acontecimiento susceptible de ser narrado. Leona y Bonadea, dos versiones de la incapacidad de relacionarse con la gente." Anders: "Tanto Bonadea como Leona le reprochan: no vales nada." Anders: "Cuando Leona ha comido hasta saciarse, Anders lee(...) Eso es lo que la había llevado a su otro amante."
     En este microcosmos que es El hombre sin atributos, tratado monumental sobre el amor, sobre la realidad, las emociones, las pasiones, las ideas, la filosofía, la Historia, la antropología, sobre la cultura de nuestro tiempo (ya que no ha perdido vigencia desde la época en que se escribió), emerge Ulrich, (tratado con despiadada ironía por su autor) quien a pesar de carecer de atributos, tenía ciertas cualidades ya que propiamente llevaba en sí mismo todas las cualidades y habilidades de su época: rigor científico, razonamiento analítico, agudeza filosófica, pero sin poseer ninguna propiedad esencial como sujeto y "no sabía qué hacer con lo mucho que poseía", tal cual un médico, un comerciante, un diplomático, un matemático: "Lo tiene todo, y sin embargo nada es suyo." Se trataba de un espíritu analítico para quien todo en la vida es un experimento, incluyendo sus sentimientos, sus pensamientos y deseos. Y sin embargo no puede disfrutar de los placeres grandiosos y sencillos de esa misma vida.
     Un día Ulrich (como se lee en el capítulo 13 de la novela): "Se cansó de ser una esperanza(...) El nuevo espíritu no había adquirido solidez(...) Entonces leyó precisamente Ulrich en alguna parte algo así como el pronóstico de buen tiempo para el verano, formulado en la expresión de un genial caballo de carreras(...) y quizá ni el mismo escritor fue consciente de lo extraordinario que el espíritu colectivo le había sugerido". Da, pues, un vuelco radical a su vida después de haber leído aquello del caballo "genial", que seguramente daba a su dueño más satisfacción que un hijo, y que le hacía ganar más dinero en un día en una carrera de equitación, que a él mismo en un año de trabajo, y decide tomarse un año de vacaciones "y darle a sus facultades un empleo apropiado."



                                                    Robert Musil                        

     Luego decide integrarse al desarrollo del proyecto de la Acción Paralela, proyecto un tanto kafkiano por lo absurdo de sus objetivos, donde se acumulan actividades inútiles y múltiples responsabilidades, en diversos comités disueltos en infinitas reuniones que no concretan nada. Recordamos, pues, a Kafka y al personaje de El castillo (1926), el agrimensor que por más que haga miles de trámites y diligencias no podrá acceder a ese recinto o edificación monstruosa. Se trata aquí también de una novela sobre la burocracia, la frustración y la alienación "aparentemente interminable, de los intentos de un hombre por incorporarse al sistema." Por cierto que, al igual que Musil, Kafka no llegó a terminar su novela, no se sabe si por circunstancias, o porque renunció a concluirla, muriendo a causa de una tuberculosis.  Todo ello lleva a pensar a Ulrich que nada tiene sentido. Ulrich reflexiona abriendo su mente hacia la irrealidad de todo aquello: "Hay que hacerse con la irrealidad", afirma, ya que la realidad no tiene sentido. Decide así, en cierta forma, volver a la metáfora y a la "explicación mística de la existencia", haciéndose aquí Musil una  feroz autocrítica a través de su personaje.
     Como dije, me gusta hacer la lectura alterna o paralela de El hombre sin atributos con sus Diarios: se abren nuevas perspectivas de lectura, se iluminan aspectos oscuros de su vida y su obra. Sus Diarios se prolongan hasta 1941 (Cuaderno 35), cuando existe humanamente un Robert Musil que a todas luces es otro tipo de persona: había experimentado una suerte de transformación, había alcanzado, al igual que su personaje una nueva dignidad, una cierta redención espiritual. En fin de cuentas, el tema principal de El hombre sin atributos es la redención del propio Musil, quien pasó de ser un científico y un matemático a medias (que se negó a participar con sus conocimientos en proyectos bélicos para la guerra), de ser un intelectual, llegando a convertirse en un escritor a tiempo completo, y finalmente advenir en una especie de místico que experimentó, durante las tensiones de las dos guerras, el hundimiento del amor y de un mundo tras de sí, pasando por una crisis metafísica que transformó su trayecto existencial.
     Entre otra cosas, El hombre sin atributos resume la historia del hundimiento de una pasión familiar (Ulrich-Agathe), cuyo final "coincide con el de la cultura iniciada modestamente en 1914 y que ahora modestamente se consumará(...) Se trata de destruir la belleza que ama como la guerra destruye a los hombres." El contexto se sitúa en el desarrollo, auge y declive del imperio austro-húngaro. Como apunta Canetti, Musil se planteó: "Reedificar Austria mediante una novela, ¿quién habría osado intentarlo? Conocer aquel imperio, conocerlo no sólo a través de sus pueblos, sino a partir de su centro, ¡quién iba a atribuirse tal conocimiento!" Termina Canetti afirmando que Musil "era aquella Austria periclitada." Se trata igualmente del desarrollo de una historia personal contenida y estudiada en la Historia (Historia grande e historia particular) y que envuelve finalmente a su autor y a su personaje, como afirmó uno de sus críticos, en un posible final religioso y místico donde caben Dostoievski, la religiosidad rusa y Lao-Tse. Plantea así la obra también un misticismo erótico (misticismo sin Dios, diría E. M. Cioran) en el marco de la Historia Universal, y que culmina "en la no-acción, la contemplación amorosa", en un ideal místico que también abarca su entorno: "Que no estropea su objeto, si el objeto es el mundo."
     Ya entre 1921-1923, en Viena (Cuaderno 26), pasa Musil a llamar "Ensayos" a los escritos de sus Diarios, textos que no quería publicar, y que finalmente se publicaron un tiempo después de su muerte. En uno de ellos aparece esta reflexión autocrítica ejemplarizante: "Se me ha pedido con frecuencia que publique estos ensayos, pero yo siempre me he negado. En el fondo no me gusta el hombre que los escribió. Me produce la impresión de un hombre que escribía y llevaba entre manos cosas completamente diferentes de las que se proponía." De ese mismo Cuaderno 26, entresaco yo esta afirmación en una sola línea donde apela a su único y verdadero fiel amigo: "Espero que no me falte la simpatía del lector." A mi modo de ver, haya concluido o no finalmente su magistral obra, Musil logró redimir a su personaje y  redimirse él mismo. En todo caso, la escritura liberadora en la obra y el arte como un potencial de orden, de equilibrio psíquico y de fortaleza anímica le sirvieron como herramienta y como válvula de escape para superar la crisis, el trauma y el schock de la guerra en esa época trágica y desastrosa para el espíritu humano, lo demás ya no importaba.